domingo, 25 de mayo de 2008

¿Porqué los Mercedes son plateados?

Es conocido por cualquier aficionado que los monoplazas Mercedes de F1 son tradicionalmente de color plata, de ahí su apelativo "Fechas de plata".

Lo que es menos conocido entre los aficionados es porqué lucen ese color, puesto que los Mercedes no siempre han "vestido" el color plateado.

En los inicios de la competición automovilística, antes de que existiera la F1, los coches lucían un color determinado dependiendo del país de origen del coche. Esta costumbre se inició cuando Gordon Bennet, el millonario americano dueño del New York Herald, propuso en 1900 crear la Copa Gordon Bennet.

En esta copa, cada país de los que ya tenían un club del automóvil (Francia, Bélgica, Inglaterra, Alemania, Italia y Estados Unidos) podía inscribir tres coches, debiendo pintar cada uno del color "emblema" de su país para poder diferenciarlos. Así, los franceses serían azules, los belgas amarillos, los alemanes blancos...

Así que desde 1900 los coches alemanes, como Mercedes, competían pintados de color blanco. Sin embargo, en 1934, sucedió algo que cambió esto para siempre.

Durante el pesado previo de los bólidos antes de un Gran Premio, se encontró que el Mercedes W25 pesaba 751kg, es decir, 1kg sobre lo permitido. El más tarde piloto de carreras, en aquel entonces jefe de mecánicos del W25, Hermann Lang, relata lo ocurrido:
"Estábamos todos discutiendo que debíamos hacer con ese kilo extra. Finalmente decidimos quitar la pintura así que nos pusimos a trabajar. Los coches habían sido pintados de blanco muy cuidadosamente para conseguir un acabado excepcional, pero el chasis, al ser de aluminio moldeado a mano, era muy irregular.
Esto significaba que se había aplicado mucha masilla al chasis antes de pintar, lo que hizo que, más que la pintura en sí, el coche se fuera de peso."

Así, una vez lijados los chasis y dejar el aluminio "desnudo", los Mercedes lucían un original aluminio bruñido, asemejando a plata, por lo que fueron bautizados "Flechas de plata".

jueves, 15 de mayo de 2008

El primer GP de Mónaco y su misterioso vencedor

El primer Gran Premio de Mónaco no puede considerarse una carrera de F1, ya que tuvo lugar en 1929, mucho antes del primer campeonato de F1 (1950)

En los años 20 se celebraban GP por toda Europa sin formar parte de una competición tipo F1. El presidente del Automobile Club de Monaco, Antony Nogues, decidió que su pequeño país también debía tener uno, así que se decidió a organizarlo.

Por supuesto, la falta de espacio para construir un circuito en el Principado no fue obstáculo: se correría en las calles de Montecarlo. Todo el mundo, incluídos los representantes de la FIA, pensaban que estaba loco, pero Nogues se las arregló para convencerles. El primer GP de Mónaco tendría lugar el 14 de Abril de 1929.

Se registraron 13 pilotos, pero los supersticiosos se quedaron más tranquilos cuando tres de ellos se retiraron antes de participar. Uno de esos tres, por cierto, era el dueño del concesionario Alfa Romeo en Módena, un tal Enzo Ferrari...
Sin embargo, hubo otros ilustres (y enigmáticos) participantes. El primero de ellos fue un corredor registrado como "Philippe", con un Bugatti azul. Era Philippe de Rothschild, que corría simplemente como Philippe pues su distinguida familia no debía enterarse de ello o por el contrario se lo prohibiría. Los seudónimos entre los pilotos estaban a la orden del día en esa época, como atestigua el caso de otro de los pilotos.
Otro Bugatti, pintado en verde inglés y con el número 12, había sido inscrito por un desconocido "Williams". Algunos decían que era un adinerado deportista, otros que era un simple chófer parisino... Nadie lo sabía con detalle, pero todos estaban de acuerdo en que tan encantador como reservado.



El tal "Williams" finalmente ganó con el Bugatti, convirtiéndose en el primer ganador del GP de Mónaco de la historia. El misterioso Williams resultó ser William Grover-Williams, quien había sido chófer de un famoso fotógrafo, Sir William Orpen.
Cuando Sir William Orpen cortó con una de sus amantes, la modelo Eve Aupicq, esta se quedó, entre otras cosas, con el Rolls-Royce del fotógrafo y los servicios de su chófer (es decir, Grover-Williams)
Ambos se hicieron amantes, casándose, lo que posibilitó a Grover-Williams participar en carreras de coches... y de esta forma tan rocambolesca llegó Grover-Williams a ser el primer piloto en vencer en el GP de Mónaco, en los lejanos y felices años 20.



Para enriquecer su aura misteriosa, Grover-Williams llegó a ser un agente secreto británico años más tarde, durante la Segunda Guerra Mundial.

Como curiosidad adicional, el Bugatti que venció en el segundo GP de Mónaco, en 1930, fue el mismo que usó Grover-Williams en la edición del 29, pilotado en esta ocasión por René Dreyfus.