martes, 31 de agosto de 2010

El príncipe Bira

Que la nobleza siempre ha estado íntimamente ligada a los deportes de motor y, muy en especial, a la F1 es algo conocido. Marqueses españoles, condes franceses y nobles germanos han disputados numerosos GP, algunos puntuables para el Campeonato de F1. Incluso uno de ellos, Von Trips, podría haberse coronado campeón del mundo si no hubiese sido por aquel terrible accidente en Italia.

Pero que un príncipe tailandés llegó a disputar también el Campeonato de F1 es algo más desconocido. A la vida de este príncipe, como a la de todos los aristócratas-pilotos, le rodea un halo de romanticismo difícil de igualar. Sin duda, la vida del príncipe Bira de Siam desafía a la imaginación de cualquier guionista de Hollywood.

Bira, arquetipo de gentleman driver

Bira (llamado realmente Birabongse Bhanutej Bhanubandh y, posteriormente, Birabongse Bhanudej) era príncipe de Siam, más conocida actualmente como Tailandia. Su abuelo era el rey Mongkut, el protagonista real de la historia retratada en la película “Ana y el rey”, quien tenía gran interés en que Siam se abriera al mundo occidental. Así, Bira fue enviado a Inglaterra, donde vivió desde los 13 años, estudiando en prestigiosas escuelas y universidades como Eton y Cambridge.

El gusanillo por el automovilismo no tuvo origen en el gusto por la velocidad, adrenalina o los coches, sino más bien por otros intereses mucho más carnales. Bira cuenta que, con 19 años, fue a ver una carrera a Brooklands, donde conoció a una preciosidad llamada Kay. Kay no era una simple espectadora, sino que competía, por lo que Bira creyó que la única forma de conocerla más a fondo era meterse en el mundillo de las carreras…

Cualquiera que sea el motivo por el que comenzó, lo cierto es que progresó rápidamente ya que correr no se le daba mal. Su primer equipo, compartido con su primo Chula, fue llamado “White Mouse”, en honor al mote de su primo ('Nou', la palabra en Tai para ratón) De esa forma, los coches de esta “escudería” tenían un pequeño roedor de color blanco pintado sobre su carrocería.

El primer coche del príncipe, un Riley Imp, iba pintado de un llamativo azul, que se conocería popularmente como “Azul Bira”. La historia del color tampoco es casual, sino que se debe al color del vestido de una chica danesa a la que Bira conoció en una fiesta.
Ese llamativo azul jacinto fue, desde entonces, el color nacional de los coches de carreras tailandeses (al igual que el rojo era el de los italianos, el blanco el de los alemanes…) Quién le diría a esa estudiante danesa, llamada Barbara Grut, por cierto, que su elección del vestido que luciría esa noche iba a tener tal repercusión en el mundo de las carreras…
 
El llamativo azul del vestido de Barbara Grut...

Los prometedores inicios hicieron que, poco después, se añadiera  al garaje de la escudería un ERA, que Chula regaló a Bira en la fiesta de 21 cumpleaños de éste en Londres. El coche fue llamado Romulus. Poco después se añadió otro bólido ERA, al que lógicamente llamaron Remus: Romulus correría en las carreras internacionales mientras que Remus se reservaría para las carreras en territorio británico. Después llegarían los Ferrari, Maserati, BRM, BMW y Jaguar… Bira y su primo se iban haciendo poco a poco hueco en las carreras, siendo también cada vez más conocidos gracias también a lo peculiar del conductor (pequeño, de rasgos asiáticos, usando siempre gafas al ser corto de vista) y el equipo (las señales que hacían desde el muro de boxes estaban escritas en los ininteligibles, para el resto de equipos, caracteres tailandeses)
 
Bira trasteando en el Maserati

Poco después, Bira se casa la primera de las ¡6 veces! que contrajo nupcias. Más curioso aún es que su primera esposa, Cyril Heycock, sería también la última, ya que se casó con ella por segunda vez en 1983. Entre medias Bira se casó con una argentina, una tailandesa…

Entre, en sus propias palabras, “incontables mujeres”, Bira ganó también algunas carreras y cosechó buenos resultados en el automovilismo de la preguerra. Entre ellos destaca el haber ganado 3 años seguidos la medalla de oro del British Racing Drivers Club, algo que ningún británico había logrado y que le valió la expulsión de este “prestigioso” Club (bajo la excusa de que no era británico…)

Los éxitos llegaban principalmente en Reino Unido, donde ganaba habitualmente, pero no tanto en carreras internacionales, ya  que tenían un limitado presupuesto fruto de una mala inversión en la compra de 2 bólidos Delage. Llegaron a intentar revenderlos por 3 veces menos de lo que les habían costado pero sin éxito. La consecuente falta de líquidez hizo que en las competiciones fuera de la isla no fuesen rivales importantes para otros competidores con coches más avanzados y más medios.

Poco después vino la Segunda Guerra Mundial, lo que sin duda cortó la progresión de Bira. Entendidos en la materia aseguran que, de no haber llegado la guerra, Bira seguramente habría acabado fichando por algún equipo italiano o alemán de primera línea.

Durante la guerra Bira no se aburrió: al ser un experimentado piloto de planeadores, trabajó como instructor de las Air Training Corps inglesas.

Después de la guerra ganó algún GP y, en el recién nacido mundial de F1, Bira consiguió puntuar alguna vez. En total, corrió un total de 19 carreras puntuables para el Campeonato, consiguiendo 8 puntos: 5 puntos en 1950 (4º en Suiza y 5º en Mónaco) y 3 puntos en 1954 (de forma épica quedando 4º en el GP de Francia, donde casi alcanza el podio después de sufrir innumerables peripecias durante la carrera) En la temporada 1955 no puntuó, pero ganó de forma brillante el GP no puntuable de Nueva Zelanda.

Pero los días dorados de Bira habían pasado. El día después de ganar el GP de Nueva Zelanda de 1955 Bira despertó y pensó: “¿Qué estoy haciendo aquí? Copas, chicas, coches… quizá mueras al día siguiente. Y al día siguiente lo dejé”

Dicho y hecho, al día siguiente lo dejó para siempre. En una entrevista cuando rozaba los sesenta años confesaba que ya no estaba interesado en las carreras en absoluto. Incluso confesaba que, en cuanto podía, dejaba que su chófer condujese y que, cuando no estaba en Bangkok, conducía un modesto Toyota Crown y nunca pasaba de 85km/h… El tiempo libre que le dejó la F1 lo ocupó en montar líneas aéreas, buscar trabajo, dedicarse a su faceta de escultor y representar a Tailandia en cuatro diferentes Olimpiadas...

Alguna vez visitó algún Gran Premio, pero su interés en la F1 era casi nulo. Se cuenta que en 1968 fue a ver una carrera y el neozelandés Hulme, al verle, se acercó y le abrazó, preguntándole: “¿Es usted el Bira que veía desde la valla cuando ganó el GP de Nueva Zelanda” Bira, serio, respondió “Si, pero ¿quién eres tú?” Hulme, sorprendido, respondió “¡Soy el Campeón del Mundo!” Bira confesó que el nombre le sonaba…