Con esta castiza expresión, que no se si los lectores del otro lado del charco usan, en España solemos referirnos a la situación en la que alguien tiene éxito en algo la primera vez que lo intenta.
Y si nos referimos a la F1, podemos decir que solo ha habido 2 pilotos en la historia que han conseguido vencer en su debut. El primero, obviamente, fue el ganador del primer GP de F1, más que nada por ser el primero de la historia... estoy hablando de Nino Farina, vencedor de Silverstone 1950 (que por cierto da nombre a este blog)
El otro piloto, y siendo realistas, el único que gano el GP en el que debutó, fue Giancarlo Baghetti. Este piloto era hijo, como tantos pilotos italianos de la época, de una potentada familia industrial italiana. Eso posibilitó un acuerdo a través de la FISA (Federazione Italiana de Scuderie Automobilistiche) para correr con el Ferrari Dino V6 en los 2 siguientes GP no puntuables, el de Siracusa y el de Napoli de 1961. El chico venció en ambos, a pesar de sus penosas salidas, pero lo bueno (o lo mejor) estaba por llegar...
Baghetti hacia el final de su carrera, en el GP de México del 64 |
Viendo el percal y presintiendo un campeón en ciernes, la Scuderia Sant'Ambroeus (socia de la FISA) se decidió a comprar una unidad del precioso Ferrari 156 (providencialmente abandonada, por cierto, por Olivier Gendebien) e inscribirla con Giancarlo como piloto en el GP de Reims. Este GP, a diferencia de los de Siracusa y Napoli, sí era puntuable para el campeonato.
Cierto es que el Ferrari era superior al Porsche, pero no menos cierto es que alineados con Giancarlo con Ferrari estaban nada mas y nada menos que Von Trips, Ginther y Phil Hill... Baghetti fue el unico en terminar de los 4 Ferrari y, además, adelantó al Porsche de Gurney casi en la misma meta (las crónicas hablan de una décima de segundo, de las de los 60...), cumpliendo así el debut soñado por cualquier piloto, pero que nadie más ha logrado repetir.
Baghetti, victorioso a lomos del Ferrari 156, Reims 61 |
El resto de la historia de Baghetti no es tan emocionante, ya que su estela se oscureció al no volver a subir siquiera al podio.
Pero si un italiano llegó y besó el santo, fue también otro italiano el que protagonizó escrupulosamente el caso contrario, es decir, más carreras disputadas sin puntuar en ninguna. Pero eso es otra historia, ¡así que la dejamos para la próxima entrada!